martes, 17 de noviembre de 2009

Réquiem por mi sueño.

Surgió esta noche esa idea ahora desconocida de un pasado tenue por no decir turbio. Sucumbiendo a las drogas me pague mi sueño, recurriendo a la prostitución me deleite con los placeres y una noche mas mi sueño se aleja a la altura de las composiciones divinas.
Réquiem.
Una obra maestra de la música clásica. Porque con ella ya no es necesario recurrir al happy pop, ni a esos destellos de algunas canciones del tecno, ni siquiera al indie con las guitarras mas sugerentes.
En una palabra Réquiem, todo lo abarca..Como digo la mejor obra clásica que ha habido y me aventuro a decir que habrá.
Mozart, en sus últimos momentos de vida (según la leyenda) se dedico a escribir una obra que sobrepasa los limites musicales de nuestra existencia. Llega incluso al canon de divinidad por las emociones que transmite. Recuerdo esa pieza, mi momento favorito, Lacrimosa que marca la muerte de Mozart en la película de Amadeus. Un momento en que la emoción es tal que no es posible contener las lagrimas.
Me conformaría con la creación de una pieza la mitad de magnifica que esta.
Ahora, mi sueño es el propio Réquiem.

Buenas noches.

martes, 10 de noviembre de 2009

Humo.

A la tenue luz de una lámpara nos juntamos para conversar, a nuestro centro la shisha, único muro para alcanzar tus labios. Mientras aspiramos los deliciosos humos de la lujuria, debatimos acerca de temas varios. Mientras nuestro cuerpo consume los últimos restos de aire, el humo invade nuestro cerebro para trasladarnos a un estado iluminado. Fuera de nuestro antiguo "yo" se descubren las sospechas y desaparecen los miedos. Unión, deseo y aceptación, mientras el humo colapsa el ambiente.

La cama, vacía, nos incita a dejarnos llevar para aceptar nuestra condición humana. Mezcla de labios y sabor afrutado asumimos nuestro sino para fundirnos una noche más.
Desnudos entre las sabanas todavía queda la mezcla entre humo y sabor que nos junto.

Noche en sus labios.

Doce de la noche y me toca coger un autobús directo a Madrid. Voy con él y ella, ávidos de una noche sin arrepentimientos y dispuestos a dejarse llevar por un cuerpo bonito recorremos el camino que nos lleva a la reunión del vicio, mientras comentan acerca de quién es o deja de ser más atractivo.
Una menos cuarto y nos presentamos en la puerta de donde se reúne (o deberían reunir) las mentes ilustres de esta ciudad. Espiral pop, como de costumbre acogedora. Cinco tercios después me dejo llevar, y me invade ese sentimiento de evasión y expresión. Con la puerta abierta, me dedico a viajar por las mentes de mis acompañantes apreciando sus miedos, sueños e ideologías varias. Habilidad que hace que las conversaciones fluyan mejor y permitiendo a ellos ver como soy realmente, situación que, visto lo visto, no les termina de desagradar.
Continúa la noche en otras tabernas de descontrol de la llamada Chueca de Madrid. Conforme caminas por las calles ves grupos de gente de lo más pintorescos: bohemios, transexuales, drogadictos, etc.
Llegamos a By y se produce un destello. Y en el parking de la plaza, estalla el descontrol. Señalándome como creador de la evasión, me dedico a hacer lo propio.
Minutos más tarde me despido de ella y se descontrolan los sentimientos.


jueves, 5 de noviembre de 2009

Fuera de lugar.

Esta tarde, durante el programa de música de la radio, pusieron Vetusta Morla y apareció un sentimiento que no me ocurría desde hace tiempo. Era la canción de Copenhague, sinceramente no se a que se debió esa sensación ya que Vetusta Morla no es un grupo que yo haya escuchado mucho tan solo, y supongo que por eso, un par de canciones.

Me recordó a casa.

El fin de semana pasado fui y me pasó algo que nunca me habia pasado en mi ciudad, me sentí como en un lugar ajeno. Estaba en mi ciudad, todo estaba igual, eran los mismos sitios y sin embargo era como si no me acogiese de la misma manera. No sentía ese calor y ese acogimiento de saber que estoy en casa, saber que estoy a salvo.
Cuando por la noche me reuní para ir a cenar, mientras conducía me daba la sensación de estar en un lugar no seguro y conforme veía edificios que antes habían marcado mi vida, ahora los veia como algo diferente.
Creo que ha llegado el punto de estar suelto. No pertenezco a ningún sitio, no tengo hogar, ni siquiera mi casa era la misma que antes.
Me toca ser a mi quien tenga que quitarme mis problemas. Parece que el tiempo va dejar de ser mi guardaespaldas.
De aquí a unos años (o meses) puede que no sepa quien soy.